Anestesia inhalatoria: el origen de nuestra especialidad

Durante el curso de la historia, la humanidad ha padecido el sufrimiento y ha instigado la lucha para vencerlo. Desde la más remota antigüedad se han estado buscando remedios contra el dolor.
Sacerdotes, hechiceros, alquimistas, químicos, herboristas y médicos buscaron durante siglos remedios en la naturaleza, tanto en las plantas como en las sustancias minerales, y en la religión.
La solución comienza a perfilarse con la evolución de la química en Europa durante el siglo XVIII, especialmente con el descubrimiento de algunos gases en estado puro. Así en Inglaterra, Joseph Priestley descubre el oxígeno en 1771 y el óxido nitroso en 1772.
Joseph Black identifica el hidrógeno en 1751, y el dióxido de carbono en 1782.
Daniel Rutherford descubre el nitrógeno en 1772.
Con todo esto empiezan a definirse los albores de la anestesia.
Humphry Davy a cargo del Pneumatic Medical Institution de Clifton en Inglaterra, describe los efectos del ÓXIDO NITROSO. En 1795, con 17 años, él mismo comprueba sus efectos. En 1799 publica el artículo “Researches, chemical and philosophical, chiefly concerning nitrous oxide, or dephlogisticated nitrous air, and its respiration”, donde sugiere la utilidad del óxido nitroso como agente anestésico al comprobar como mitigaba el dolor experimentado por una afección dental que padecía.
Por el efecto hilarante, su uso se limitó al mundo del espectáculo y rápidamente fue desacreditado por la clase médica.

img1Más tarde Michael Faraday, alumno de Davy, publica en 1818, que “si se inhala la mezcla de vapores de ÉTER con aire común se producían efectos similares a los observados por el óxido nitroso”.
Davy y Faraday estaban abriendo las puertas al desarrollo de la anestesia sin ser conscientes de ello.
Horace Wells, un dentista de Hartford (Connecticut, EEUU), es conocido como uno de los pilares de la anestesia.
En 1844, Wells acude a una exhibición pública con ÓXIDO NITROSO a cargo del químico feriante Colton, que pretendía demostrar los efectos hilarantes del gas en su circo llamado “laughing gas itinerant circus”. Es aquí donde Wells observa además sus efectos analgésicos. Un colaborador del feriante Colton sufre una gran herida durante el espectáculo con abundante sangrado. Al ir a atenderlo, Wells comprueba que el herido que había estado inhalando óxido nitroso, no padecía ningún tipo de dolor, ni siquiera con la exploración de la herida. Posteriormente, comprobaría con éxito el efecto en sí mismo y en sus pacientes. Pero el fracaso de la demostración pública en el Hospital General de Massachusetts de Boston, el 15 de enero de 1845, por la indebida aplicación del producto al intentar extraer una muela de forma indolora a un estudiante, hace que le tachen de farsante con la consiguiente desconsideración por parte de la clase médica. Años más tarde se suicidaría cortándose una arteria de la pierna tras haber inhalado cloroformo, al que se había hecho adicto.
Morton, odontólogo estadounidense colaborador de Wells, aprovecha la oportunidad y continúa las investigaciones.
Para entonces el ÉTER estaba ganando popularidad como agente anestésico. Se dedica a diseñar un pequeño aparato consistente en una esfera de vidrio con fieltro en su interior y dos orificios: uno a través del cual se introducía el éter y otro del cual salía la boquilla que iba al paciente. Lo llamó el “letheon”.

img2El letheon de Morton.

El 16 de octubre de 1846 realiza una demostración en el anfiteatro de la Escuela de Medicina de Harvard en Boston. Se realiza la extirpación de una glándula submaxilar sin que el paciente muestre indicios de dolor (como curiosidad el paciente se llamaba E. G. Abbott).
La idea de la utilización de este gas, como instrumento para paliar el dolor, la obtiene con probabilidad de un profesor de química de la Facultad de Medicina de Boston, Charles T. Jackson, que le introdujo en el mundo de la anestesia tópica aplicando éter localmente para las extracciones dentales.
Jackson acusa de plagio a Morton.
La Academia de Medicina de Francia, reconociendo el mérito de ambos investigadores, concede el Premio Monthyon compartido entre Jackson y Morton.
En 1842, Crawford W. Long, médico rural en Jefferson (Georgia, EEUU), ya había operado exitosamente a un paciente con dos tumores en la nuca haciéndole inhalar ÉTER, pero no publicó sus resultados y el descubrimiento fue atribuido posteriormente a W. T. Morton tras su demostración pública en 1846.
Igualmente le pasó a E. R. Smilie, quien en 1844 utilizó con éxito una mezcla de OPIO Y ÉTER para el drenaje de un absceso, pero no lo publicó correctamente.
Como vemos es difícil atribuir el mérito del descubrimiento de los anestésicos a una sola persona, después de todo, ¿quién tiene más mérito el descubridor o el responsable de su difusión?

img3Botella de éter y botella de cloroformo.

Historical Aspects of Inhalational Anesthesia in Children: Ether and Chloroform. Pediatric Anesthesia 2006; 16: 3-10
El descubrimiento del CLOROFORMO en 1831 surge de la destilación de alcohol, mezclado con cloruro de calcio, que desarrollan de forma independiente Samuel Guthrie, Eugène Soubeiran y Justus von Liebig. La introducción de este gas como anestésico fue muy rápida al tener un olor agradable y supuestamente, menos efectos secundarios que el éter. Se utiliza por primera vez durante un parto en 1847 en Edimburgo por el ginecólogo James Y. Simpson.
Los médicos ingleses inicialmente se inclinaron por el cloroformo aduciendo que era más seguro que el éter.
Pero el nuevo descubrimiento no estaba exento de riesgos y peligros fundamentalmente por su cardio y hepatotoxicidad.
Se describen casos de muertes relacionadas con su uso y se empieza constatar una alta morbimortalidad.
Preocupados por el tema, se constituye una comisión en 1864 con el fin de investigar sus efectos y toxicidad. Esto lleva a la clase médica a inclinarse nuevamente por el éter, relegando al cloroformo.

img4Así pues, se fue aceptando gradualmente la necesidad de algún modo de anestesia para las intervenciones quirúrgicas. Muchos cirujanos entendían que los hombres corrientes, a excepción de los ricos, podían tolerar la cirugía sin anestesia sin embargo, ésta era necesaria para las mujeres y los niños por ser más sensibles.
John Snow, médico de Edimburgo, puede ser considerado como el primer anestesiólogo del mundo por su dedicación exclusiva a la práctica de la nueva especialidad. Se le atribuye el haber descrito los signos clínicos de la profundidad anestésica, que escribe en 1847 en su monografía “On the inhalation of the vapour of ether”. Posteriormente, en 1858 publica su libro “On chloroform and other anaesthetics and their action and administration”, que se convierte en uno de los más relevantes de la época y en un clásico de la bibliografía anestesiológica. Estos avances en la anestesia son los responsables de los avances de la cirugía.
El olvidado ÓXIDO NITROSO fue nuevamente introducido en 1863 por Dunham, impresionado por los buenos resultados tras la demostración de Colton. En 1877, Colton pudo presentar una estadística de 92.000 pacientes anestesiados con este gas sin ningún accidente mortal, con lo cual en muy poco tiempo el óxido nitroso se convierte en el anestésico de elección para odontología en los Estados Unidos.
El extendido uso del óxido nitroso hacia 1868 lleva a la necesidad de contar con algún método simple para su distribución.
A principio del siglo XX comienza el desarrollo de los aparatos de anestesia con centro en los Estados Unidos, principalmente durante los primeros 20 años. Se introducen flujómetros, válvulas mezcladoras, reductoras de presión, rotámetros, etc...
El gas en forma líquida comienza a estar disponible en el mercado estadounidense a partir de 1873.
El período comprendido entre 1880 y 1920 señala el auge la cirugía. La anestesia, se convierte en una especialidad médica que, con el tiempo, va adquiriendo más protagonismo dentro de los hospitales.
En 1920, la introducción de las sondas endotraqueales supone una evolución en la aplicación de la técnica inhalatoria. Se puede afirmar que es el avance más importante en la técnica anestesiológica desde sus inicios. En los países anglosajones, la intubación endotraqueal es rápidamente adoptada y se le asigna tanta importancia como a la inyección endovenosa.
Otro gran progreso de la anestesia moderna lo constituye la introducción en 1923 de la técnica de la REINHALACIÓN por Ralph Waters. Ya en 1915, Dennis Jackson describe un aparato de anestesia en el cual emplea la reinhalación con absorción del anhídrido carbónico contenido en el circuito respiratorio, intercalando entre el tubo y la bolsa de anestesia un filtro de cal sodada, a través del cual pasan los gases respiratorios de ida y vuelta, lo que determina la denominación de To and Fro.img5Esta técnica posibilitó el uso de agentes gaseosos tales como el CICLOPROPANO. La acción sobre el sistema nervioso central de este gas fue observada por Lucas y Henderson en 1923, y fue usado clínicamente por primera vez en 1933 por Waters y Rovenstine en EEUU, alcanzando rápida difusión debido a su potente acción.
El desarrollo de nuevos anestésicos responde a la relativa insatisfacción con los agentes disponibles. De esta forma, se introdujeron el cloretilo, el acetileno, el etileno, el ciclopropano y el éter divinílico. Pero ninguno de estos gases pudo superar las ventajas del óxido nitroso y del éter.
Un problema generalizado con todos ellos es que, o bien eran inflamables en combinación con el oxígeno, o bien tenían efectos tóxicos sobre hígado, corazón y riñón. Esto caracterizaba a los compuestos clorados de la época.img6 A partir de los años 50, y en relación con la tecnología de la fluorina cuyo interés surge a raíz de la separación de los isotopos del uranio para el desarrollo de la bomba atómica, nace una nueva generación de agentes anestésicos volátiles halogenados, indispensable a día de hoy en la anestesiología moderna.
El primero en sintetizarse fue el HALOTANO al combinar el carbono con la fluorina y conseguir propiedades no inflamables.
Sintetizado por Suckling en 1951, preparado y estudiado por Raventos en 1956, es farmacológicamente una reminiscencia del cloroformo, y una vez introducido en la práctica clínica por Johnstone, Bryce-Smith y O’Brien, alcanza una amplia y rápida difusión.
En 1960 Van Poznac y Artusio estudian el metoxiflurano, cuya característica principal es su gran solubilidad en los lípidos, lo que le otorga un alto poder anestésico. Fue retirado del mercado una década más tarde por su potencial nefrotóxico.
A principios de los 70, se sintetizan el enflurano y su isómero el isoflurano.
El sevoflurano sintetizado por Reagan y el desflurano también surgen en este período de los años 70, pero no son lanzados al mercado hasta 20 años después. En 1990 se introduce el sevoflurano en Japón y en 1992 el desflurano en EEUU.
Éstos agentes halogenados ofrecen mejoras con respecto a los agentes existentes previamente, por su biotransformación mínima o inexistente, su baja solubilidad en sangre y tejidos, su mínima depresión cardiorrespiratoria y sus efectos protectores coronarios y cerebrales.
Los gases anestésicos halogenados junto a las modernas técnicas quirúrgicas, la asepsia, los antibióticos, la monitorización de los pacientes y la alta tecnología de los medios utilizados en el quirófano han permitido un desarrollo espectacular de los procedimientos quirúrgicos. También permiten una inducción y educción más rápidas de la anestesia general.
Aunque el óxido nítrico sigue utilizándose hoy en día, la aparición de los nuevos agentes halogenados con menor toxicidad hematológica y mejor perfil en cuanto a náuseas y vómitos postoperatorios ha causado el declive en su popularidad.
Todo esto, unido a la tendencia actual de ambulatorización de los procedimientos de cirugía mayor, ha favorecido el uso de estos nuevos agentes anestésicos inhalatorios halogenados